¿Cómo reaccionamos ante una catástrofe?

Esta vez se trata de la erupción del volcán de La Palma. Pero anteriormente ha sido precedida por incendios forestales, inundaciones, terremotos como el sufrido en Lorca en 2011 o la mismísima pandemia mundial del COVID-19.

Conocemos que somos vulnerables. Desde lo racional. Ahora bien, este tipo de noticias de alarma social nos dan un toque de atención y nos lo recuerdan. Nos hacen conectar de una forma muy potente con nuestra sensación de vulnerabilidad.

¿Está el ser humano preparado para responder ante una catástrofe? ¿Y como grupo? ¿Sabemos colectivamente hacer frente a este tipo de sucesos críticos?

La respuesta individual que cada persona tiene ante una situación de crisis como es una catástrofe natural es claramente muy diversa y depende de un sinfín de factores, desde la propia naturaleza del suceso hasta cuán próximos seamos al mismo (tanto en términos de alcance físico como emocional). No obstante, los estudios afirman que sí existe una respuesta social predominante ante este tipo de eventos: en primer lugar, el estupor, seguido del miedo colectivo y la sensación de que la propia vida está en riesgo (la conexión con nuestra propia vulnerabilidad).

Como consecuencia del miedo y la sensación de estar en peligro, nuestro sistema nervioso reacciona automáticamente como defensa, emitiendo lo que conocemos como respuesta de estrés. En otras palabras, nuestro cuerpo se prepara para combatir dicho peligro.

Esta respuesta de estrés se manifiesta tanto a nivel físico (taquicardia, tensión muscular, aceleración de la respiración, insomnio, etc.) como a nivel psicológico (ansiedad, estado de alerta constante, irritabilidad, dificultad de concentración, aislamiento, etc.).

Llegado este punto, probablemente como lector estés asociando esta serie de reacciones al caso de una persona que haya vivido en primera persona el evento catastrófico. Sin embargo, este tipo de eventos no sólo afectan a quienes lo viven en primer plano. Catástrofes que aparentemente son lejanas pueden acarrear duras consecuencias en personas que puedan estar implicadas emocionalmente o en colectivos y empresas de sectores que puedan estar relacionados. De esta manera, el impacto de una catástrofe natural se expande hacia contextos mucho más lejanos de donde se originó.

Si no se reconocen y gestionan de una forma adecuada las implicaciones emocionales de una catástrofe, aumenta la probabilidad de afectar a la salud física y mental no sólo de aquellos que la viven en primera persona sino de numerosos sectores sociales y económicos relacionados.

Desde “Empresa Saludable” buscamos concienciar acerca de la importancia de enmarcar a la empresa dentro de un contexto social. En el que lo que sucede dentro de este contexto afecta a cada trabajador. Es esencial enseñar a los trabajadores afectados a gestionar el impacto de las situaciones en crisis, tanto a nivel individual mediante el acompañamiento y gestión emocional, como a nivel colectivo como forma de disminuir el impacto que dicho evento pudiese tener en la organización, seguridad, estabilidad y productividad del equipo de trabajo.

¿Quieres saber si esto es para tu empresa?



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